Mi interés por las inversiones empezó desde muy chica. Siempre creí que, si algo me parecía importante, no podía esperar a que alguien me lo explicara. Por lo tanto, el interiorizarme y buscar todo lo referido al tema, en este caso ahorrar y optimizar el dinero, eran parte de mis prioridades. Así que no era una opción, cuando era adolescente, depender de mis padres:
“¿Por qué les tengo que pedir a ellos algo que quiero para mí?”.
Así fue como a mis 15 años comencé a trabajar y no paré, no por necesidad, sino por convicción. Un día mi madre me dijo: “No dependas nunca de nadie a nivel económico, y menos de un hombre, para poder subsistir o para que te mantenga”. Gracias a eso, con mi corta edad entendí algo: me decía eso porque ella a los 30 años logró divorciarse con dos hijos y salir adelante. Lo consiguió porque nunca había dejado de trabajar, aunque se lo propusieran para “cuidar de ellos”. Por las dudas, me lo remarcó y puedo asegurar que no se me olvidó.
Cuántas veces nos encontramos con situaciones donde las mujeres hemos estado en desventaja y con pocas oportunidades en diferentes ámbitos, ya sea culturalmente o por creencias propias, que construyen barreras que nos impiden crecer.
Entonces me planteé que sea la persona y no el género, lo que determine sus propios logros, ya sea profesional o personal, y encontré en el mundo empresarial e inversionista que a veces eso era difícil, porque cada vez que tenía reuniones o consultas para hacer, el 99% eran hombres.
Cuando empecé a educarme en el tema comencé leyendo libros y viendo infinidad de videos que me ayudaron a armar una idea más concreta de lo que quería hacer con lo que tenía, y, a partir de eso, formé mi propia estrategia o plan de inversión: al principio, con 17 años, un plazo fijo; ya un poco más grande, en la bolsa de valores y en bienes raíces; y, por último, en el nuevo ecosistema criptográfico.
El hecho de que las inversiones sean un ámbito más asociado a los hombres se debe, creo yo, a que desde hace tiempos inmemoriales era el hombre el salía a buscar el sustento para la familia y, más tarde, a hacer los negocios. Sin embargo, era la mujer, que se quedaba relegada a la casa, la que manejaba las finanzas para que eso que traía el hombre, alcanzara y se reprodujera, cultivando o gestionando los capitales obtenidos.
Hay muchas estadísticas que destacan la capacidad inversionista de la mujer por sobre la del hombre y, por suerte, en los últimos años más mujeres se han sumado a este mundo, aunque seguimos siendo minoría. Me encuentro con comentarios del tipo “la mujer es complicada”, “no le interesa la economía” o, simplemente, “las inversiones son un mundo donde no se va a incluir a las mujeres”. Ahí es cuando yo me propongo demostrarles que no es así.
Directamente hay que meterse, en un mundo que es para todos y no tiene género. Las trabas muchas veces las pone uno mismo, no el otro. Cuando permitimos que nos coloquen esas trabas, ahí el otro tiene poder.
¿Nos excluyen y/o nos excluimos?
Dejamos que otros manejen algo que nos costó mucho sacrificio conseguir.
¿Por qué?
Como mencioné anteriormente, hay muchas respuestas respecto a esto: profesional, cultural, género; y hasta lograr empoderarnos hay que recordar que se viene luchando hace siglos. Cuántas veces escuchamos que una mujer no se podía separar porque no trabajaba, o la pareja manejaba la economía de todo y, si tenía la desgracia de que falleciera, se quedaban literalmente sin nada. No estoy hablando de un tiempo pasado, esto sigue pasando actualmente.
¿Cómo aprendo algo que no sé que existe?
Lo importante es que, independiente del género, no dejemos que otro maneje lo que es nuestro, si le damos ese poder tenemos que saber tolerar las consecuencias de ello. Educarse en todo ámbito por profesionales para lograr tener tus ideas, eso es lo que traerá que puedas tener tu propio criterio financiero e inversionista, en este caso, como cualquier situación de la vida.
Te invito a que te cuestiones todo y más en un plano económico, por ejemplo: ¿qué tengo que lograr para sentirme en paz con lo que genero? A veces nos olvidamos de lo más importante: lo único que no vuelve es el tiempo. Ganemos tiempo, no dinero.